Recientemente el estudio «Gravedad de los accidentes laborales agrarios en España, 2013-2018» (Baraza y Cuguero-Escofet, 2021), publicado en una de las revistas más prestigiosa en el ámbito de la seguridad laboral (Safety Science), ha analizado la siniestralidad en el sector agrícola en España en dicho periodo de tiempo.

El mismo discrimina como causas principales de dicha siniestralidad las que tienen que ver con la edad, el sexo, la nacionalidad, la actividad económica, el personal de la empresa, la antigüedad, el lugar del accidente, la desviación, la lesión, los días de ausencia, el día de la semana, la lesión y la región de España.

Por supuesto, es realmente crucial para el desarrollo de políticas preventivas eficaces saber qué causas tienen mayor relevancia en la siniestralidad de este sector, cuya incidencia se encuentra casi igualada actualmente al sector industrial y, en cuanto a su gravedad, tan solo por detrás del de la construcción, a pesar del subregistro que presenta el mismo; Arana el al. (2010) afirman, por ejemplo, que solo se notificaron el 61,85% del total de accidentes mortales en España en el periodo 2004-2008, debido a la preponderancia del trabajo no declarado de grandes contingentes de inmigrantes o de familiares o mujeres. Por ello, el combate de los accidentes graves y mortales en dicho sector es considerado por el Observatorio Estatal de Condiciones de Trabajo como prioritario en el desarrollo de tales políticas (INSST, 2020), ateniéndose para ello a los resultados del índice de accidentes de trabajo en jornada laboral calificados como graves o mortales ajustado por la población afiliada[1].

Precisamente, el mencionado estudio, procedente de la Universidad Oberta de Catalunya, ha detectado que dicha calificación tiene más peso en Castilla-La Mancha, Castilla y León y Extremadura, donde el uso de maquinaria pesada es mayor para las tareas agrícolas, mientras que Andalucía, Valencia y Murcia presentan una incidencia total superior a las anteriores regiones, ya que practican una agricultura intensiva y cuentan con una mayor presencia de trabajadores inmigrantes. Asimismo, el modelo agrícola español, con mayor representatividad de hombres de mediana edad, cuyas formas de accidente se materializan con unas peores consecuencias personales, parece tener también una influencia destacada sobre la gravedad de su siniestralidad (uso de tractores, mayor carga física, etc.).

Dejando de lado las otras causas y parámetros que aparecen en el estudio, nos interesan especialmente las conclusiones que se derivan de la incidencia detectada por el mismo en la causalidad de los accidentes en base al nivel de experiencia de los trabajadores, no porque la edad sea un factor distintivo del sector agrícola, pues cuantos más jóvenes son los trabajadores se demuestra que en general tienen una mayor proclividad a accidentarse, sin perjuicio de que en la mediana edad se incurra habitualmente en los accidentes más graves, sino porque es mismamente la madurez profesional y los años acumulados realizando las mismas tareas, una vez más, la que se dice que supone una subestimación de los riesgos de estas o, reproduciéndolo literalmente, porque «… existe un problema con los trabajadores que tienden a sobreestimar su capacidad para realizar su trabajo a medida que envejecen».

Dichas conclusiones, que podrían ser coincidentes con las apreciaciones que se mostraron en nuestra anterior entrada titulada «El Nivel Formativo como Clave de unas Labores Agrícolas más Seguras y Saludables» (ir…), respecto a la perentoriedad de una colaboración entre varias Administraciones a todos los niveles territoriales (Salud, Trabajo, Prevención y Educación, especialmente), y de estas con la empresa y las entidades específicas del sector, se refieren a la necesidad de tratar por medio de la misma de alcanzar dos logros principales (entrecomillamos los pasajes de dicho estudio):

  1. Cambiar el modo de formar a los trabajadores o, concretamente, «… las formas de concienciar» (lo cual en nuestra entrada conllevaba una formación continua promovida no solo en el puesto de trabajo, sino también desde cambios sustanciales en todo el sistema educativo, desde la Primaria a la Universidad), y
  2. Diseñar «… planes de formación y mejorar la información que debe estar disponible sobre los riesgos a los que están expuestos los trabajadores agrícolas».

 

 

 

[1] Además, la silvicultura y explotación forestal continúa siendo la rama de actividad con el segundo mayor índice de incidencia de accidentes con baja.